Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS



Comentario

CAPÍTULO IV


De la salida de los mexicanos, y camino y población de Mechoacán



Habiendo pues, pasado trescientos y dos años, que los seis linajes referidos salieron de su tierra y poblaron la de Nueva España, estando ya la tierra muy poblada y reducida a orden y policía, aportaron a ella los de la séptima cueva o linaje, que es la nación mexicana; la cual, como las otras, salió de las provincias de Aztlán y Teuculhuacán, gente política y cortesana, y muy belicosa. Adoraban éstos el ídolo llamado Vitzilipuztli, de quien se ha hecho larga mención arriba, y el demonio, que estaba en aquel ídolo, hablaba y regía muy fácilmente esta nación. Este pues, les mandó salir de su tierra, prometiéndoles que los haría príncipes y señores de todas las provincias que habían poblado las otras seis naciones; que les daría tierra muy abundante, mucho oro, plata, piedras preciosas, plumas y mantas muy ricas. Con esto salieron llevando a su ídolo metido en una arca de juncos, la cual llevaban cuatro sacerdotes principales, con quien él se comunicaba, y decía en secreto los sucesos de su camino, avisándoles lo que les había de suceder, dándoles leyes, y enseñándoles ritos y ceremonias y sacrificios. No se movían un punto sin parecer y mandato de este ídolo: cuándo habían de caminar, y cuándo parar y dónde, él lo decía, y ellos puntualmente obedecían. Lo primero que hacían dondequiera que paraban, eran edificar casa o tabernáculo para su falso dios, y poníanle siempre en medio del real que asentaban, puesta el arca siempre sobre un altar hecho al mismo modo que le usa la Iglesia Cristiana. Hecho esto, hacían sus sementeras de pan, y de las demás legumbres que usaban; pero estaban tan puestos en obedecer a su dios, que si él tenía por bien que se cogiese, lo cogían, y si no, en mandándoles alzar su real, allí se quedaba todo para semilla y sustento de los viejos y enfermos, y gente cansada, que iban dejando de propósito dondequiera que poblaban, pretendiendo que toda la tierra quedase poblada de su nación. Parecerá por ventura esta salida y peregrinación de los mexicanos, semejante a la salida de Egipto, y camino que hicieron los hijos de Israel, pues aquéllos, como éstos, fueron amonestados a salir y buscar tierra de promisión, y los unos y los otros llevaban por guía su dios, y consultaban el arca y le hacían tabernáculos, y allí les avisaba, y daba leyes y ceremonias, y así los unos como los otros gastaron gran número de años en llegar a la tierra prometida. Que en todo esto y en otras muchas cosas hay semejanza de lo que las historias de los mexicanos refieren a lo que la Divina Escritura cuenta de los israelitas, y sin duda es ello así: que el demonio, príncipe de soberbia, procuró en el trato y sujeción de esta gente, remedar lo que el altísimo y verdadero Dios obró con su pueblo, porque como está tratado arriba, es extraño el hipo que Satanás tiene de asemejarse a Dios, cuya familiaridad y trato con los hombres pretendió este enemigo mortal falsamente usurpar. Jamás se ha visto demonio que así conversase con las gentes, como este demonio Vitzilipuztli. Y bien se parece quién él era, pues no se han visto ni oído ritos más supersticiosos ni sacrificios más crueles e inhumanos, que los que éste enseñó a los suyos; en fin, como dictados del mismo enemigo del género humano. El caudillo y capitán que éstos seguían, tenía por nombre Mexi, y de ahí se derivó después el nombre de México, y el de su nación mexicana. Caminando pues, con la misma prolijidad que las otras seis naciones, poblando, sembrando y cogiendo en diversas partes, de que hay hasta hoy señales y ruinas, pasando muchos trabajos y peligros, vinieron a cabo de largo tiempo a aportar a la provincia, que se llama de Mechoacán, que quiere decir tierra de pescado, porque hay en ella mucho en grandes y hermosas lagunas que tiene, donde contentándose del sitio y frescura de la tierra, quisieron descansar y parar. Pero consultando su ídolo y no siendo de ello contento, pidiéronle que a lo menos les permitiese dejar de su gente allí, que poblasen tan buena tierra, y de esto fue contento, dándoles industria cómo lo hiciesen, que fue que en entrando a bañarse en una laguna hermosa que se dice Pázcuaro, así hombres como mujeres, les hurtasen la ropa los que quedasen, y luego sin ruido alzasen su real y se fuesen, y así se hizo. Los otros, que no advirtieron el engaño, con el gusto de bañarse, cuando salieron y se hallaron despojados de sus ropas, y así burlados y desamparados de los compañeros, quedaron muy sentidos y quejosos, y por declarar el odio que les cobraron, dicen que mudaron traje y aun lenguaje. A lo menos es cosa cierta que siempre fueron estos mechoacanes, enemigos de los mexicanos; y así vinieron a dar el parabién al Marqués del Valle, de la victoria que había alcanzado cuando ganó a México.